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domingo, 3 de agosto de 2008

Un día en la única línea de colectivos hacia el aeropuerto Taravella

Se de buena fuente que muchas personas que trabajan diariamente en el Aeropuerto Córdoba son usuales visitantes de este blog, y seguramente muchos de ellos se transportaran hacia dicha aeroestación en la línea de colectivos urbanos A5.
Por eso pienso que los que lean este informe preparado por LA VOZ DEL INTERIOR se sentirán identificados totalmente en el relato del periodista encargado de pasar un día arriba de un colectivo de esa línea en hora pico, ya que como todos los que somos tristemente usuarios de una de las peores líneas de colectivos en Córdoba (si no se trata de la peor, claro), todos, y absolutamente todos somos perjudicados, por un sistema de transporte urbano cada vez mas deficitario, que al día de hoy, ninguno de los últimos 3 intendentes han logrado solucionar el problema.
En mi caso personal uso este colectivo “cada tanto” para ir a pasar mañanas, tardes, e inclusive noches en el Aeropuerto Córdoba por el simple hobby de ir a tomarle fotografías a los aviones, por lo que siempre llevo conmigo en mi mochila una cámara, un receptor de VHF, mas la infaltable lapicera y papel para registrar las matriculas vistas.
Pero hay gente que realmente necesita tomar a tiempo un colectivo A5, ya sea por su trabajo, o por dirigirse a su lugar de estudio, por lo que en sus casos, en sus mochilas se lleva nada más y menos que una que el peso de una RESPONSABILIDAD.
Este paupérrima línea urbana de colectivos de Córdoba, circula por lugares tan importante tales como la sede de Aguas Cordobesas, el CPC de la Av. Monseñor Pablo Cabrera, la sede del diario La Voz del Interior, las fabricas del barrio Los Boulevares, la Universidad Siglo XXI y el mencionado aeropuerto Córdoba, por lo que tiene un flujo constante de pasajeros, que al igual que los colectivos llenos, ven pasar sus esperanzas de tener algún día una línea digna que conecte el centro con el cada vez mas urbanizado norte de la ciudad.
También podrán ver un video de poco más de 2 minutos, por lo que aparte del informe verán en imágenes como es padecer la eterna espera por un colectivo.


El castigo cotidiano de viajar en el A5
Es una línea muy extensa de Ciudad de Córdoba. Las esperas son eternas y es común que los colectivos no paren por ir llenos.

Cada vez que aumenta el boleto del transporte urbano de pasajeros de la ciudad de Córdoba, se anuncia la mejora del servicio: más unidades y menores frecuencias. Por su parte, los usuarios responden a esa medida con indignación, frustración e incredulidad.
Sucede que los más de 300 mil cordobeses que cada día utilizan los ómnibus padecen un servicio crónicamente ineficiente, y sobre todo, de pésima calidad.
La promesa de más unidades se reiteró en mayo pasado, cuando aumentó el boleto. Dos meses después, el sistema no muestra mejoras sustanciales y aún exhibe servicios como el de la línea A5, que choferes y usuarios señalan como uno de los más deficientes.
La Voz del Interior compartió el viernes pasado un viaje en hora pico en la línea A5 de la empresa ciudad de Córdoba, un extenso recorrido que une el kilómetro 4,5 del camino a San Carlos (al sur de la ciudad) con la Universidad Empresarial Siglo 21 y el aeropuerto. Capítulo I: La dulce espera. Son las 13. El ómnibus de la línea A5 acaba de pasar por la parada ubicada en avenida O´Higgins al 4100, llevándose a un par de obreros de Volkswagen.
La espera comienza en soledad, pero no pasa mucho tiempo hasta que llegan un par de usuarios. Minutos después, otras dos personas se suman a la espera. Impaciente, uno mira su reloj: son las 13.07. El colectivo tarda.
Son las 13.15, y dos futuros pasajeros impacientes comparten un cigarrillo. Pasan otros cinco minutos y el A5 entra en escena, enmarcado en la humareda que despide su caño de escape.
Una coordinada coreografía de señas hace que se detenga. Al subir, se cumple uno de los más preciados deseos del usuario del transporte: sentarse.
Corta soledad. Menos de una decena de pasajeros ocupan igual número de butacas en el interno 110. Pero cada tres cuadras, la soledad del comienzo es lentamente dejada atrás por grupos de impacientes pasajeros.
Cuando el A5 llega a la última parada sobre avenida Madrid, antes de doblar por avenida Amadeo Sabattini, los asientos del ómnibus ya están todos ocupados. Frente al Hospital de Niños, suben los primeros usuarios que deberán viajar de pie hasta que descienda algunos de los 40 pasajeros sentados.
Deseo sentado. Una vez repleto, empieza un juego de estrategia entre los pasajeros para lograr ocupar una butaca. Sin embargo, sólo el azar brindará esa posibilidad. A esta altura, conseguir un asiento es como pegar las cuatro cifras a la cabeza en la quiniela.
Los usuarios se quejan. Aseguran que la línea mantiene las mismas frecuencias y los mismos coches que antes de que se inaugurara la sede de la Universidad Siglo 21. Eso fue en 2004. Desde entonces, además de los estudiantes, demandan el servicio quienes trabajan en la sede de Aguas Cordobesas, los que se desempeñan en la flamante Ciudad Empresaria y los empleados de varias de las plantas comerciales e industriales de la zona norte. Hacia el extremo sur del recorrido, sobresalen tres hipermercados, numerosas industrias y varias nuevas urbanizaciones.
Éramos pocos... Ya pasaron 25 minutos de viaje y el ómnibus llega a la plaza San Martín. Allí descienden unas 20 personas, pero la cola que espera por subir es de casi 20 metros. El A5 trabaja a “butaca caliente”, y en un abrir y cerrar de ojos queda repleto de pasajeros, que esperaban desde hacía 20 minutos.
En la próxima parada sobre 27 de Abril, sube otra docena de personas, colmando la capacidad del ómnibus. Ya no entra nadie más. Las puertas se cerraron.
En tanto, el viajar cómodo del comienzo del recorrido se transformó en conjunto de sensaciones perceptibles por los cinco sentidos. El poder transitar un par de metros hasta la puerta de descenso es una misión imposible. Francos empujones acompañados de un pedido de “permiso” pronunciado entre los dientes, son las únicas herramientas para llegar a tiempo al timbre. Con las ganas. Desde la parada ubicada en 27 de Abril al 900, el colectivero decidió no levantar más pasajeros.
Amparado en la sobrepasada capacidad del vehículo, se detiene unos metros antes o después de cada parada, permitiendo el descenso pero evitando que suban más personas, pese a los ruegos y las señales desesperadas.
De esa manera, medio centenar de usuarios son condenados a esperar otros 20 minutos hasta que pase la siguiente unidad, sin tener ninguna garantía de que en ese caso puedan tomar el ómnibus. Muchos tienen como norma caminar varias paradas “hacia atrás” para ganar tiempo.
Sólo en una oportunidad el chofer se apiada, y permite que una mujer y su pequeño hijo asciendan por la puerta posterior.
Capítulo final. Ya pasando el Nudo Vial Cardeñosa, la tranquilidad comienza a volver. De a poco, los pasajeros van dejando atrás la penosa experiencia del A5.
A la altura de Los Alemanes, quedan muy pocos usuarios de pie, muchos de los cuales descienden en el campus de la Universidad Siglo 21. Al llegar al Aeropuerto, una hora y media después del inicio del recorrido, ya no queda nadie.
Unos minutos después, esa unidad volverá a ser el vehículo de la patética experiencia que significa el viajar en Córdoba.

Fotografías, informe y videos realizado por LA VOZ DEL INTERIOR

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