La veda electoral se hacia sentir, y era imposible no notar la ausencia de esa gente en las calles, que por haber tenido una noche “demasiado buena”, se le haría dificultosa su vuelta a casa, y algo mareada, por supuesto. Tampoco se sentían los típicos autos con el sonido de la música que por su extrema potencia, pareciera que terminarían quebrando los vidrios de los mismos. Esas cosas fueron las que fuimos notando en nuestro camino al aeropuerto Taravella.
Al llegar a la aeroestacion, y luego de un check-in que no demoro más de 5 minutos, recorrimos el tan famoso túnel conector, para esperar en la sala de pre-embarque el llamado del personal de tráfico invitándonos a embarcar al avión. Siempre nos llamara la atención el agradable tono radial que tiene la voz de estas personas.
La maquina en cuestión que nos llevaría a Aeroparque era el Embraer 190 de Austral matricula LV-CIH, y nuestro asiento (obviamente del lado ventanilla), era el 13A.
No sabemos si por el estado de la pista, o por una cuestión de performance del avión, el decolaje fue casi jugando a los “saltitos”, hasta que finalmente trepamos al cielo cordobés.
Pasado ese detalle menor, a nuestra izquierda observamos la zona de Villa Allende, Saldan y Arguello, mientras a medida que íbamos elevándonos mas, nos quedábamos bajo una fina capa de nubosidad.
Luego de alcanzar nuestro nivel crucero, empezó el servicio de catering, y el momento de disfrutar del entretenimiento a bordo. Quizás estos dos puntos sean los mas altos a la hora de viajar en un Embraer de Austral.
Las simpáticas tripulantes de cabina de pasajeros nos entregaron una caja, en donde en su interior había un jugo multifruta Cepita, un sándwich de Jamón y queso, y un caramelo de dulce de leche. Cabe destacar, que además podíamos elegir entre Coca Coca y Sprite, por si no estaba en nuestro apetecer beber el jugo en caja.
Bastante simbólico fue oír en pleno vuelo la canción del conocido Charly García que reza “no voy en tren, voy en avión”.
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