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viernes, 25 de septiembre de 2015

Un accidente con suerte en Pajas Blancas

El 3 de julio de 1963, el reactor Sud Aviation Caravelle matrícula LV-HGY de Aerolíneas Argentinas cumplía su vuelo regular Santiago - Mendoza - Córdoba - Aeroparque.
Después de despegar de la ciudad cuyana, el bimotor aproximaba con las últimas sombras de la tarde al aeropuerto de Pajas Blancas, en condiciones de techos bajos, de una típica jornada de invierno en la docta.
Al intentar su primera aproximación hacia la aeroestacion mediterránea de acuerdo a las cartas publicadas, el Caravelle llego hasta los mínimos de aproximación de la cabecera 17 (actual 18), de la pista principal cordobesa sin lograr contacto visual con la misma, procediendo al inmediato escape.
Luego de retomar altura, el LV-HGY se aprestaba a iniciar un segundo intento de aterrizaje. Al mediar el procedimiento, y de acuerdo a los resultados de las investigaciones, la aeronave descendió más bajo de lo sugerido colisionando con árboles, cables de altas tensión y un alambre perimetral.
En cuestión de segundos, la aeronave ardió en llamas, sin embargo y milagrosamente, las 70 personas que ocupaban el avión lograron descender rápidamente, antes que el avión quede reducido a cenizas en un 92%.
Dado el tamaño del avión y la cantidad de pasajeros y tripulantes a bordo (63 y 7 respectivamente), el accidente no llego a ser tragedia por mera suerte, ya que inclusive una de las puertas del avión se trabo al momento de la evacuación misma.
En aquel entonces el aeropuerto Córdoba no tenia servicio de extinción de incendios, por lo que los treinta minutos que demoraron en llegar los bomberos de la provincia al norte del predio de Pajas Blancas fueron suficientes para que poco quedara del avión. Nada se pudo hacer.
EL ACCIDENTE QUE ALTERO LA CIUDAD

Apenas minutos después de ocurrido el accidente, una caravana de bomberos de las jurisdicciones más cercanas a Pajas Blancas se dirigieron por las principales calles de Córdoba.
El relato de uno de los periodistas que asistió al lugar del episodio, hace imaginar lo que fue esa tarde para la ciudad.
En las esquina de Av. Castro Barros y Av. Caraffa, cinco ambulancias se sumaban hacia la caravana de emergencia con rumbo norte. En ese momento los periodistas pensaron en que podía tratarse de una tragedia de magnitud. Sin embargo, y como comentamos antes, no fue así solo por fortuna.
El avión Caravelle había caído en medio de una espesa niebla a dos kilómetros del edificio principal del aeropuerto. Soldados y personal del aeropuerto colaboraban en el rescate.
Uno de los primeros testimonios que LA VOZ DEL INTERIOR logro recabar, fue el de uno de los comisarios de a bordo del avión accidentado.
Desde su lugar de tripulante, el sr. de apellido Castillo contaba sobre su impresión del intento de aterrizaje fallido del piloto y su posterior caída a tierra. La entrevista fue dada entre medio de moretones y rasguños según lo contado por el diario local, rodeado de sirenas y gente actuando de manera apresurada.
El avión detuvo su marcha gracias al choque del tren principal con unas vías del tren que en aquellos años pasaban por el norte de la pista 17-35. Si no hubiera sido por eso, seguramente la carrera de aterrizaje hubiera terminado muy cerca de la pista e instalaciones. Nunca se sabrá.
Entre gritos y llamas, todas las personas lograron salir con vida, en una de las experiencias más fuertes vividas en la historia del aeropuerto Córdoba. Aunque claro está, varios accidentes han ocurrido a lo largo de décadas, principalmente en ese sector norte del ahora llamado aeropuerto Taravella.
Los afortunados pasajeros finalmente fueron trasladados en vehículos del propio aeropuerto y taxistas solidarios hacia la ciudad, y todo termino en un susto y perdida material para la empresa de bandera.

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